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Lecciones del monstruo de mil cabezas.

30-05-2025

Lecciones del monstruo de mil cabezas.

Por: Mirbel Epiquién

 

He tenido el honor de haber trabajado en el Estado por exactamente 10 años. En una rápida pero intensa experiencia he cerrado mi ciclo en esta etapa de mi carrera profesional. Me ilusionan otros aspectos de la vida que había estado postergando estos años, y aunque nunca hay que decir “de esta agua no he de beber”, al menos por ahora, mi aventura estatal ha llegado a su fin. Ingresé a la función pública con mucha ilusión por aprender y sobre todo entender al monstruo por dentro. Fui director general en más de un sector; en el Servicio forestal y de fauna silvestre, en el Ministerio de desarrollo agrario y riego, en el Ministerio del Ambiente, además fui director ejecutivo del Agrorural, jefe de gestión ambiental en el Sedapal, gerente regional en el gobierno regional de Arequipa entre otros cargos más operativos. Pienso que tengo algo de autoridad para poder reconfirmar algunas “verdades” sobre la función pública, basado claro está en mi experiencia, y que con seguridad ya se ha escrito en otro lado, ¿o quizás aún no?

 

Lo primero decir que, contra todo lo que dicen muchos propagandistas del mercantilismo y la informalidad, el Estado peruano es aún muy pequeño con respecto a todo lo que debe atenderse en el país. Los países nórdicos, en donde el Estado garantiza el bienestar de su gente, ocupa más del 20% de su PEA (población económicamente activa) en la función pública, es decir gente que trabaja para el Estado, y con una población que es la quinta parte del Perú, y ni que decir de su extensión territorial que no llega ni a la tercera parte de lo que tiene nuestro país. En el Perú, con más de 33 millones de ciudadanos, los trabajadores del Estado apenas llegan a un 8% de la PEA.

 

Lo que está pasando en nuestro país, a parte de la demolición y debilitamiento de la figura del servicio público por claros intereses económicos, es que la burocracia de oficina está superando al técnico de campo, al servidor rural (profesores, médicos, policías, ingenieros, etc.), al que debe estar atendiendo la gran demanda de la población más allá de las capitales de región.

 

Una segunda conclusión es que los tiempos en el Estado son mucho más lentos que en el sector privado. No sé si eso mejorará algún día, ojalá que sí, pero mientras suceda debemos aprender a trabajar en procesos. No es posible que cada vez que haya un nuevo gobierno, un nuevo ministro, un nuevo gobernador o nuevo director, se pretenda empezar de cero, dejando de lado lo que se avanzó o sepultando la buena política que se estaba ejecutando. He visto como los “nuevos” pretenden redescubrir la pólvora solo para darse cuenta, meses después, que perdieron su tiempo y dejaron pasar su gran momento. Egos que hay que superar.

 

Tercero, hay una premisa que dice algo así; “en el sector público está prohibido lo que no está escrito, en el sector privado en cambio lo que no está escrito no está prohibido”, esto resume dos lógicas distintas en la gestión en general, de allí que muchas veces, diría casi siempre, la gestión pública necesita de mucha creatividad, de comunicación, de capacidades que van más allá de solo leer la norma, si es que se quiere lograr algunos buenos resultados, claro está. Hay funcionarios que se mimetizan con la decoración de la oficina y viven eternamente ocupando un cargo o una función pública simplemente porque el secreto de hacerse el “muertito” es lograr que la norma nunca cambie.

 

Cuarto, medir eficiencia y efectividad solo por la capacidad de ejecución presupuestal debe ser una de las formas más escolásticas de hacer gestión pública. Una buena política pública no se mide solo por la cantidad de plata que se haya gastado en ella o por la rapidez en gastarlo, se mide por la efectividad en la solución del problema público. Sembrar árboles en Perú por ejemplo es casi imposible bajo esta lógica; la época de lluvias en nuestro país empieza a fines de año, los arbolillos deben sembrarse a partir de diciembre, pero para ese mes todo el Estado ya debería haber gastado su presupuesto asignado a principios del año, por lo que nunca habrá disponibilidad de dinero para la campaña de siembra. De allí que se persista en la idea de los proyectos de inversión para resolver este tipo de problemas, pero vayamos a ver la lógica de las inversiones para ¡uff! otra vez se vaya el entusiasmo.

 

Quinto, morderse la cola como deporte cotidiano. Cuántas veces hemos escuchado decir “no podemos hacerlo porque no nos dan más presupuesto”, pero el problema en el sector público es que no se asigna más presupuesto a los que justamente no están demostrando nada. Y cuando en algún momento estas direcciones, gerencias u oficinas tienen el presupuesto necesario no pueden hacer mucho porque no saben cómo hacerlo o no tienen las condiciones para ejecutarlo, regresando nuevamente al principio, todo un círculo vicioso que se repite en muchos lados del Estado. Nuevamente, creatividad y comunicación para salir del hoyo.

 

Sexto, la corrupción. Algunos dicen que es herencia colonial, otros que es el propio sistema el que lo impulsa, en realidad son solo justificaciones, el problema es netamente ético, el que quiere estafar al estado lo hará siempre. El problema es que en muchos casos se ha normalizado tanto la corrupción que cuando se hacen las cosas de forma transparente se es visto casi como una especie en extinción. Un Estado que se basa en la desconfianza crea las condiciones para perseguir a todos. La contraloría muchas veces anda persiguiendo lagartijas mientras los dinosaurios pasan corriendo a sus espaldas. Mas valores cívicos y menos hipocresía es la solución más simple, pero al mismo tiempo la más olvidada.

 

Finalmente, la realidad. Se piensa que dividiendo la realidad en sectores podremos manejar mejor las cosas. Puede funcionar en algunos casos, sin embargo, es inviable en la mayoría de los temas. Un ministerio, un Gobierno Regional o una municipalidad por si sola no podrá resolver los grandes problemas del país, necesitamos realmente entender que sin coordinación y planificación intersectorial e intergubernamental poco o nada lograremos hacer. La realidad no está dividida en fragmentos, la realidad es un todo interconectado, y por tanto nos invita a pensar distinto, a pensar en el otro, sin entender al otro no lograremos existir nosotros.

 

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